miércoles, 4 de mayo de 2011

Por enésima vez

Desperté faltando una hora para el tercer primer parcial. Había dormido un poco más de la cuenta; sin embargo, el examen tampoco era muy temprano. Me bañé, me cambié, tomé mi desayuno y me fui. El transcurso del viaje también fue algo tranquilo, al igual que los dos días anteriores donde había salido para dar mis dos primeros parciales. Aún así, ciertas cosas que habían transcurrido, me decían que me preparaban para aquella noticia.

Llegué al aula que me asignaron, ahí me encontré con algunos compañeros. Afortunadamente, entre ellos se encontraba mi gran amiga A, y me reuní con ella y un compañero para recordar algunas cosas antes del examen. Aquellos escasos diez minutos se pasaron bastante rápido; aún así, me pusieron ligeramente de mejor humor. Pasó aproximadamente una hora, me puse de pie, y lo entregué, resuelto, son una pequeña sonrisita que indicaba que creía haberlo hecho todo bien. Salí, intercambié un par de respuestas con mis compañeros que habían terminado también, y me fui con una de mis compañeras.

Sinceramente, no sé de qué parte de mi cerebro se formuló aquella idea que tenía mucha prisa, y desde el fondo de mi corazón ( el cual, ya debe estar bastante resentido conmigo), me arrepiento. En el bus, me atreví a ver la hora, una llamada perdida. Contesté y A se veía algo fastidiada por haberme ido. Sé que le debía unas buenas disculpas por irme tan rápido, sin embargo, me hallaba, aún, bastante confundida con cierta sensación extraña hacia el futuro. Mirando la ventana hablé un poco más con ella y luego me despedí, volviéndome a poner mis audífonos con aquella mirada neutra. Tal vez, aquel apuro, aquel sentimiento de culpabilidad y aquella felicidad que ya se iba esfumando de a pocos, era lo que me preparaba para lo que se vendría.

Escuché mi propia voz cantar por unos instantes, la había grabado en el Mp3 y por momentos me favorecía y otros me sentía avergonzada, por ratos reía ante la reacción de cualquiera si lo escuchaba, y luego me quité los audífonos porque estaba cerca a casa.

Sé que esta clase de cosas me han pasado ya muchas veces, pero esta fue decisiva. A pesar que J y K me habían dicho que no debía adelantarme a los hechos, que debía aguardar, que no debía ser tan curiosa que la curiosidad mataba al gato, que no debía hundirme en un vaso de agua como en ese instante, no podía esperar a una respuesta que me consolara. Ahora estaba frente, una vez más, a la cruda realidad. Solo era ahí una clase de códigos que se esparcían y viajaban por ahí miles de kilómetros, solo eso y no debía luchar más por ahora, solo esperar y avanzar con las armas que tuviera más cerca. Solo aceptarlo y seguir adelante, a pesar que la última mandarina me la había comido y compartido aquella mañana.



Si, así me sentía, me sentía en una inmensa oscuridad sin una guía para salir de aquella soledad aún más profunda que la ilusión al resto de no estarlo, solo era yo la única que podía afrontar eso. Porque veía allá al fondo la luz, sin embargo, alcanzarla era tan poco posible... solo si aprendía a nadar en el profundo mar o a conseguirme un botecillo de los pocos que habían ahí, lo lograría. Eso debía hacer.

1 comentario:

  1. Las malas noticias nunca no las queremos creer pero desgraciadamente al final debemos asimilarlas..
    Me gusta tu blog y cómo escribees, me hago seguidor, si quieres pasate por el mio y asi nos leemos mutuamente :)
    Besos!

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